Cuando los niños ejercen de padres
Lo normal es que los padres ejerzan de cuidadores y que sus hijos sean cuidados por ellos. Los padres se encargan de ser el sostén económico, emocional y educativo de su descendencia, dándoles de comer, llevándolos a la cama, sacándolos a pasear o abrazándolos cuando lo necesitan.
Si bien los niños y niñas pueden ayudar un poco a sus padres, responsabilizándose de algunas tareas, lo normal y sano es que se les dé la oportunidad de vivir la niñez sin demasiadas responsabilidades o, al menos, no más de las que se espera para su edad.
Sin embargo, pasa que en algunas familias ocurren situaciones y se dan las circunstancias que hacen que se dé un intercambio de roles entre padres e hijos. Los hijos se convierten en los padres de sus propios padres, llevando a cabo muchas o casi todas las tareas que se esperaría que hicieran sus padres para ellos. Los niños se ven inmersos en una situación en la que tienen que hacer de lo que no son, adultos, un fenómeno que les puede ir muy grande y, en consecuencia, marcar su infancia y dejar rastro cuando lleguen a la adultez.
Estos niños, de repente, se ven obligados a convertirse en niños muy obedientes, atentos, con un sentido de responsabilidad muy exigente para sí mismo y para los demás. Cuando más tienen que comportarse como adultos, mayor es la pérdida de su inocencia infantil. La niñez les es robada y, con mucha probabilidad, dará lugar a heridas emocionales que limitarán su desarrollo personal. Estos niños que actúan como padres son víctimas de lo que los psicólogos y psiquiatras infantiles llaman parentificación.
Lo normal es que los padres ejerzan de cuidadores y que sus hijos sean cuidados por ellos. Los padres se encargan de ser el sostén económico, emocional y educativo de su descendencia, dándoles de comer, llevándolos a la cama, sacándolos a pasear o abrazándolos cuando lo necesitan.
Si bien los niños y niñas pueden ayudar un poco a sus padres, responsabilizándose de algunas tareas, lo normal y sano es que se les dé la oportunidad de vivir la niñez sin demasiadas responsabilidades o, al menos, no más de las que se espera para su edad.
Sin embargo, pasa que en algunas familias ocurren situaciones y se dan las circunstancias que hacen que se dé un intercambio de roles entre padres e hijos. Los hijos se convierten en los padres de sus propios padres, llevando a cabo muchas o casi todas las tareas que se esperaría que hicieran sus padres para ellos. Los niños se ven inmersos en una situación en la que tienen que hacer de lo que no son, adultos, un fenómeno que les puede ir muy grande y, en consecuencia, marcar su infancia y dejar rastro cuando lleguen a la adultez.
Estos niños, de repente, se ven obligados a convertirse en niños muy obedientes, atentos, con un sentido de responsabilidad muy exigente para sí mismo y para los demás. Cuando más tienen que comportarse como adultos, mayor es la pérdida de su inocencia infantil. La niñez les es robada y, con mucha probabilidad, dará lugar a heridas emocionales que limitarán su desarrollo personal. Estos niños que actúan como padres son víctimas de lo que los psicólogos y psiquiatras infantiles llaman parentificación.
Cuando los niños ejercen de padres
Lo normal es que los padres ejerzan de cuidadores y que sus hijos sean cuidados por ellos. Los padres se encargan de ser el sostén económico, emocional y educativo de su descendencia, dándoles de comer, llevándolos a la cama, sacándolos a pasear o abrazándolos cuando lo necesitan.
Si bien los niños y niñas pueden ayudar un poco a sus padres, responsabilizándose de algunas tareas, lo normal y sano es que se les dé la oportunidad de vivir la niñez sin demasiadas responsabilidades o, al menos, no más de las que se espera para su edad.
Sin embargo, pasa que en algunas familias ocurren situaciones y se dan las circunstancias que hacen que se dé un intercambio de roles entre padres e hijos. Los hijos se convierten en los padres de sus propios padres, llevando a cabo muchas o casi todas las tareas que se esperaría que hicieran sus padres para ellos. Los niños se ven inmersos en una situación en la que tienen que hacer de lo que no son, adultos, un fenómeno que les puede ir muy grande y, en consecuencia, marcar su infancia y dejar rastro cuando lleguen a la adultez.
Estos niños, de repente, se ven obligados a convertirse en niños muy obedientes, atentos, con un sentido de responsabilidad muy exigente para sí mismo y para los demás. Cuando más tienen que comportarse como adultos, mayor es la pérdida de su inocencia infantil. La niñez les es robada y, con mucha probabilidad, dará lugar a heridas emocionales que limitarán su desarrollo personal. Estos niños que actúan como padres son víctimas de lo que los psicólogos y psiquiatras infantiles llaman parentificación.




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