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El pequeño Chente, como era familiarmente llamado entonces, tenía sin embargo ideas claras: su ídolo era el también cantante de rancheras y actor Pedro Infante, cuyas películas devoraba en el cine. Quería ser como él, y a los ocho años comenzó a rasguear la guitarra y a cantar las rancheras que oía en la radio. Los inicios no fueron fáciles: había que compaginar la música con la supervivencia, estar dispuesto a actuar en los más precarios escenarios y aprovechar la más pequeña oportunidad para darse a conocer, ni que fuese en círculos reducidos o en certámenes de aficionados.
El pequeño Chente, como era familiarmente llamado entonces, tenía sin embargo ideas claras: su ídolo era el también cantante de rancheras y actor Pedro Infante, cuyas películas devoraba en el cine. Quería ser como él, y a los ocho años comenzó a rasguear la guitarra y a cantar las rancheras que oía en la radio. Los inicios no fueron fáciles: había que compaginar la música con la supervivencia, estar dispuesto a actuar en los más precarios escenarios y aprovechar la más pequeña oportunidad para darse a conocer, ni que fuese en círculos reducidos o en certámenes de aficionados.
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