El ambiente ejerce una gran influencia
¿Cuál es la conclusión que podemos obtener de todo lo anterior? Que una gran parte de nuestra capacidad para ser felices es adquirida; es decir, se aprende. Y es que el 40 % restante depende del ambiente que nos ha rodeado a medida que crecemos y de nuestra habilidad para construir nuestra propia felicidad.
Aquellos niños que han crecido sometidos a abusos o traumas muestran una importante tendencia a experimentar estados de ánimo negativos incluso durante la edad adulta; lo mismo sucede con quienes han crecido con progenitores con depresión o han experimentado una pérdida muy temprana. Pero no es necesario acudir a casos tan dramáticos, ya que la crianza recibida influye en nuestra satisfacción vital.
Desde niños desarrollamos patrones de pensamiento, emoción y conducta que tendemos a repetir durante toda la vida. Aprendemos a ser negativos u optimistas, a sentirnos agradecidos o desdichados y a ser resilientes o quedar atrapados en la tristeza. Por lo mismo, muchos de los adultos que hoy son felices lo son porque, desde temprana edad, recibieron las herramientas para serlo.
¿Cuál es la conclusión que podemos obtener de todo lo anterior? Que una gran parte de nuestra capacidad para ser felices es adquirida; es decir, se aprende. Y es que el 40 % restante depende del ambiente que nos ha rodeado a medida que crecemos y de nuestra habilidad para construir nuestra propia felicidad.
Aquellos niños que han crecido sometidos a abusos o traumas muestran una importante tendencia a experimentar estados de ánimo negativos incluso durante la edad adulta; lo mismo sucede con quienes han crecido con progenitores con depresión o han experimentado una pérdida muy temprana. Pero no es necesario acudir a casos tan dramáticos, ya que la crianza recibida influye en nuestra satisfacción vital.
Desde niños desarrollamos patrones de pensamiento, emoción y conducta que tendemos a repetir durante toda la vida. Aprendemos a ser negativos u optimistas, a sentirnos agradecidos o desdichados y a ser resilientes o quedar atrapados en la tristeza. Por lo mismo, muchos de los adultos que hoy son felices lo son porque, desde temprana edad, recibieron las herramientas para serlo.
El ambiente ejerce una gran influencia
¿Cuál es la conclusión que podemos obtener de todo lo anterior? Que una gran parte de nuestra capacidad para ser felices es adquirida; es decir, se aprende. Y es que el 40 % restante depende del ambiente que nos ha rodeado a medida que crecemos y de nuestra habilidad para construir nuestra propia felicidad.
Aquellos niños que han crecido sometidos a abusos o traumas muestran una importante tendencia a experimentar estados de ánimo negativos incluso durante la edad adulta; lo mismo sucede con quienes han crecido con progenitores con depresión o han experimentado una pérdida muy temprana. Pero no es necesario acudir a casos tan dramáticos, ya que la crianza recibida influye en nuestra satisfacción vital.
Desde niños desarrollamos patrones de pensamiento, emoción y conducta que tendemos a repetir durante toda la vida. Aprendemos a ser negativos u optimistas, a sentirnos agradecidos o desdichados y a ser resilientes o quedar atrapados en la tristeza. Por lo mismo, muchos de los adultos que hoy son felices lo son porque, desde temprana edad, recibieron las herramientas para serlo.
