Miércoles 25 de agosto
No profetices en el nombre de Jehová o morirás a manos nuestras (Jer. 11:21).
Al menos durante cuarenta años, Jeremías vivió rodeado de personas desleales, entre ellas sus vecinos y quizás algunos familiares de su ciudad natal, Anatot (Jer. 12:6). Pero no se aisló. De hecho, le confió a su leal secretario, Baruc, sus sentimientos, los cuales quedaron registrados y han llegado hasta nosotros (Jer. 8:21; 9:1; 20:14-18; 45:1). Seguro que los momentos que pasaron juntos mientras Baruc ponía por escrito todo lo que le había pasado a Jeremías hicieron que llegaran a sentir un gran cariño y respeto el uno por el otro (Jer. 20:1, 2; 26:7-11). Jeremías había advertido con valentía a los israelitas de lo que le sucedería a Jerusalén (Jer. 25:3). En un intento más por motivar a la gente a que se arrepintiera, Jehová le dijo a Jeremías que escribiera sus advertencias en un rollo (Jer. 36:1-4)
No profetices en el nombre de Jehová o morirás a manos nuestras (Jer. 11:21).
Al menos durante cuarenta años, Jeremías vivió rodeado de personas desleales, entre ellas sus vecinos y quizás algunos familiares de su ciudad natal, Anatot (Jer. 12:6). Pero no se aisló. De hecho, le confió a su leal secretario, Baruc, sus sentimientos, los cuales quedaron registrados y han llegado hasta nosotros (Jer. 8:21; 9:1; 20:14-18; 45:1). Seguro que los momentos que pasaron juntos mientras Baruc ponía por escrito todo lo que le había pasado a Jeremías hicieron que llegaran a sentir un gran cariño y respeto el uno por el otro (Jer. 20:1, 2; 26:7-11). Jeremías había advertido con valentía a los israelitas de lo que le sucedería a Jerusalén (Jer. 25:3). En un intento más por motivar a la gente a que se arrepintiera, Jehová le dijo a Jeremías que escribiera sus advertencias en un rollo (Jer. 36:1-4)
Miércoles 25 de agosto
No profetices en el nombre de Jehová o morirás a manos nuestras (Jer. 11:21).
Al menos durante cuarenta años, Jeremías vivió rodeado de personas desleales, entre ellas sus vecinos y quizás algunos familiares de su ciudad natal, Anatot (Jer. 12:6). Pero no se aisló. De hecho, le confió a su leal secretario, Baruc, sus sentimientos, los cuales quedaron registrados y han llegado hasta nosotros (Jer. 8:21; 9:1; 20:14-18; 45:1). Seguro que los momentos que pasaron juntos mientras Baruc ponía por escrito todo lo que le había pasado a Jeremías hicieron que llegaran a sentir un gran cariño y respeto el uno por el otro (Jer. 20:1, 2; 26:7-11). Jeremías había advertido con valentía a los israelitas de lo que le sucedería a Jerusalén (Jer. 25:3). En un intento más por motivar a la gente a que se arrepintiera, Jehová le dijo a Jeremías que escribiera sus advertencias en un rollo (Jer. 36:1-4)


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