Tal y como Jesús les había prometido, los apóstoles recibieron el espíritu santo en el año 33 (Hechos 2:1-4). El apóstol Pedro usó la autoridad que recibió entonces cuando juzgó a Ananías y Safira. De forma milagrosa, Pedro supo del engaño que habían tramado. Por eso, los condenó, y así indicó que su pecado no sería perdonado (Hechos 5:1-11).
Sin embargo, este don milagroso que concedió el espíritu santo —así como el don de curar y el de hablar en lenguas— desapareció después de la muerte de los apóstoles (1 Corintios 13:8-10). Por eso, en la actualidad ningún hombre puede perdonar los pecados de otra persona.
Sin embargo, este don milagroso que concedió el espíritu santo —así como el don de curar y el de hablar en lenguas— desapareció después de la muerte de los apóstoles (1 Corintios 13:8-10). Por eso, en la actualidad ningún hombre puede perdonar los pecados de otra persona.
Tal y como Jesús les había prometido, los apóstoles recibieron el espíritu santo en el año 33 (Hechos 2:1-4). El apóstol Pedro usó la autoridad que recibió entonces cuando juzgó a Ananías y Safira. De forma milagrosa, Pedro supo del engaño que habían tramado. Por eso, los condenó, y así indicó que su pecado no sería perdonado (Hechos 5:1-11).
Sin embargo, este don milagroso que concedió el espíritu santo —así como el don de curar y el de hablar en lenguas— desapareció después de la muerte de los apóstoles (1 Corintios 13:8-10). Por eso, en la actualidad ningún hombre puede perdonar los pecados de otra persona.

