Cuando el SARS-CoV-2 fue detectado por primera vez, su pariente más cercano conocido era un coronavirus de murciélago que los investigadores chinos encontraron en 2016 en una mina en la provincia de Yunnan, en el sur de China. RaTG13, como se le conoce, comparte el 96 por ciento de su genoma con el SARS-CoV-2. Con base en las mutaciones que porta cada virus, los científicos han estimado que RaTG13 y SARS-CoV-2 comparten un ancestro común que infectó a los murciélagos hace unos 40 años.
Ambos virus infectan las células mediante el uso de una espícula molecular, llamada “dominio de unión al receptor”, para adherirse a su superficie. La espícula de RaTG13, adaptada para adherirse a las células de los murciélagos, solo puede adherirse débilmente a las células humanas. La espícula del SARS-CoV-2, por el contrario, puede sujetar células en las vías respiratorias humanas, el primer paso hacia un caso potencialmente letal de COVID-19.
Ambos virus infectan las células mediante el uso de una espícula molecular, llamada “dominio de unión al receptor”, para adherirse a su superficie. La espícula de RaTG13, adaptada para adherirse a las células de los murciélagos, solo puede adherirse débilmente a las células humanas. La espícula del SARS-CoV-2, por el contrario, puede sujetar células en las vías respiratorias humanas, el primer paso hacia un caso potencialmente letal de COVID-19.
Cuando el SARS-CoV-2 fue detectado por primera vez, su pariente más cercano conocido era un coronavirus de murciélago que los investigadores chinos encontraron en 2016 en una mina en la provincia de Yunnan, en el sur de China. RaTG13, como se le conoce, comparte el 96 por ciento de su genoma con el SARS-CoV-2. Con base en las mutaciones que porta cada virus, los científicos han estimado que RaTG13 y SARS-CoV-2 comparten un ancestro común que infectó a los murciélagos hace unos 40 años.
Ambos virus infectan las células mediante el uso de una espícula molecular, llamada “dominio de unión al receptor”, para adherirse a su superficie. La espícula de RaTG13, adaptada para adherirse a las células de los murciélagos, solo puede adherirse débilmente a las células humanas. La espícula del SARS-CoV-2, por el contrario, puede sujetar células en las vías respiratorias humanas, el primer paso hacia un caso potencialmente letal de COVID-19.


